miércoles, 2 de mayo de 2018

El Narcissus vitekii se da a conocer en los medios

El Narcissus vitekii, la hermosa plantita que describí, sale de gira!

Aquí tenéis el link a una entrevista emitida el 2 de Mayo en Canal Extremadura Radio. Mi agradecimiento a Laura Nieto, de producción, y cómo no, a Ana Gragera y Antonio León, los presentadores del magazine "El Sol sale por el Oeste", por su interés y el buen rato que pasamos en la radio.
El Periódico de Extremadura ha dedicado una página completa el 1 de Mayo al descubrimiento. Mi más sincero agradeciniento a Raúl Haba y su web Nuestra Comarca por su interés y el excelente rato hablando de plantas y muchas cosas más.

Y cómo no mencionar a Agustín García, que tuvo la genial idea de echar la bola de nieve a rodar produciendo esta avalancha de acontecimientos positivos.






domingo, 22 de abril de 2018

Narcissus vitekii, una nueva especie de narciso en la Sierra de Gata

Hoy os voy a contar la historia del descubrimiento de una nueva especie.
Una nueva especie es como un tesoro escondido. Nadie sabe que está ahí y un buen día, por casualidad, te lo encuentras. Y eso es exactamente lo que ocurrió aquel 18 de Marzo de 2017. Me encontraba “de caza”, fotografiando narcisos para una guía de plantas en la que estoy trabajando y venía del valle del Mondego y la Serra de Aire, de documentar las especies portuguesas. Me dirigía a la Sierra de Gata, a un punto que me pasó un conocido de un grupo de Whatsapp, donde podría encontrar el Narcissus asturiensis, una esquiva especie del noroeste de España, de forma particularmente cómoda tras el periplo portugués y relativamente cerca de mi cuartel general en Badajoz.
Narcissus vitekii en la Sierra de Gata. Foto de Pedro Escobar García
El pequeño Narcissus asturiensis apareció, y viéndome con el programa de la excursión terminado y con tiempo de sobra, decidí subir hasta la cima por deporte y disfrutar de una atalaya desde la que se divisan dos países y media provincia de Cáceres: de Gredos por el este a la Serra da Estrela y hasta el Puerto de los Castaños por el sur. Pero de camino, otro pequeño narciso me hizo parar la marcha y agacharme. A este no me lo esperaba. Por más que lo miraba, no sabía qué era. La flor era parecida a la de una especie de la Sierra de Grazalema, el Narcissus cuatrecasasii, pero sus hojitas verde olivo eran las del N. scaberulus portugués. Iba bien documentado, me había estudiado las diferentes especies de narcisos a fondo y llevaba el PDF del capítulo corespondiente de Flora iberica en el bolsillo, así que cuanto más lo miraba, más me sorprendía. Las plantas estaban empezando a florecer, pero pude ver miles. Aquello no era una forma aberrante de algo ya descrito, ni un híbrido, era algo gordo. Algo que seguramente mucha gente habría visto pero que nadie había descrito para la ciencia. Esa planta era un verdadero tesoro y me había tocado a mí desenterrarlo.
Narcissus vitekii en la Sierra de Gata. Foto de Pedro Escobar García
Me llevé unos cuantos ejemplares vivos para estudiarlos de vuelta al herbario. Allí podría compararlos con todas las demás especies y ver realmente de qué se trataba. ¿Una especie autónoma o una subespecie de N. scaberulus? Visité el herbario del Jardín Botánico de Madrid, medí cientos de flores recolectadas a lo largo de décadas y las metí en la “caja mágica”, o sea, en mi ordenador. Los números dirían de qué se trataba. Y tras cacharrear un poco con la estadística, la gráfica habló, y un análisis de coordenadas principales mostró las especies ya descritas como un complejo mapa de continentes, islas y penínsulas, con mi plantita en el medio a modo de istmo entre las islas N. cuatrecasasii y N. rupicola; más lejos de N. scaberulus que su especie hermana, el N. calcicola. Mi planta no era una subespecie de esta planta portuguesa, sino una especie autónoma, perfectamente delimitada, un tesoro único y exclusivo de mi tierra, Extremadura. Ahora, era urgente comunicar esto a los demás con una publicación científica, que es el medio de compartir este tesoro. Es nuestro, no sólo de los habitantes de San Martín de Trevejo, que ahora pueden lucir aún un motivo más para que visitemos su hermoso rincón del mundo; es un patrimonio natural de todos los extremeños y sobre todo, de las personas que amamos la naturaleza y su más bella manifestación: las flores.
 Narcissus vitekii en la Sierra de Gata. Foto de Pedro Escobar García
El artículo con la descripción de la nueva especie (en inglés) se publicó el 23 de Marzo de 2018, casi exactamente un año después del hallazgo. Esta publicación es el equivalente a la fe de bautismo de la planta, a la que decidí llamar Narcissus vitekii, en honor de un importante botánico y benefactor de la ciencia austríaco recientemente jubilado, Ernst Vitek. Los certificados de nacimiento de la nueva especie (o tipos nomenclaturales) son públicos y se encuentran en los herbarios de Viena (W), Guadajira (HSS), Badajoz (UNEX), Madrid (MA) y Salamanca (SALA).

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Star Wars: Las Gramíneas contraatacan

Uno de los placeres de la Guerra de las Galaxias y Star Trek es ver la diversidad de paisajes y de gentes extraterrestres. Desde el punto de vista de la evolución no tienen mucho sentido, aunque Star Trek podría ser un escenario plausible si los humanos colonizaran el espacio interestelar… Y luego se encontraran de nuevo unos cuantos millones de años después. Lo que os quiero contar esta semana es que tengo la mesa del trabajo llena de vulcanianos, klingons y otra gente pintoresca… Solo que mis extraños invitados no son imaginarios!

 Jabba en Star Wars

Durante un reciente viaje a tierras de Arabia tuve oportunidad de recolectar un buen número de gramíneas. Estas plantas no sólo son la base de la alimentación mundial (pensad en el trigo, el arroz y el maíz) y las causantes de gran número de alergias, son además uno de los grupos de seres vivos más exitosos del planeta. Crecen en todos los ecosistemas, desde las tundras ártica y antártica hasta las selvas tropicales, y dominan gran cantidad de biomas, como las estepas, pastizales y sabanas. Pueden ser diminutas y casi invisibles, como Mibora minima, que no levanta dos centímetros del suelo, o gigantescas como los bambúes del género Dendrocalamus, enormes hierbas de 25 m de altura. Con unas 12.000 especies, la diversidad de formas es increíble y necesitaríamos años para llegar a familiarizarnos con solamente la mitad de ellas.

 Ejemplar joven de Halopyrum mucronatum, en Omán. Foto P. Escobar

Las gramíneas son importantísimas en los ecosistemas mediterráneos, donde géneros como Agrostis, Bromus, Festuca o Poa son prácticamente ubicuos. Estos géneros „normales“ son parte cotidiana de nuestros paisajes y todos los botánicos y amantes de las plantas están familiarizados con ellos. Son, por así decirlo, la „gente normal“ que te encuentras en todas partes: sabes qué pinta tienen y a qué se dedican. De ahí el „pasmo“ que se lleva uno al poner un ejemplar de Apluda mutica o de Leptothrium senegalense bajo la lupa. Es como si de repente, los Klingons de Star Trek y los Ewoks de la Guerra de las Galaxias aparecieran juntos por la puerta del herbario. En los ecosistemas de Arabia, las gramíneas son igual de importantes que en el Mediterráneo. Pero al atravesar la línea que separa los climas desértico (con inviernos húmedos, donde llueve, y veranos secos) del Golfo Pérsico y monzónico de Yemen y Omán (con veranos húmedos e inviernos secos) hay un cambio casi total en la flora y los géneros paleotropicales de Cynodonteae, Andropogoneae y Eragrostideae (los “extraterrestres”) casi sustituyen a las Poeae, las „gramíneas normales“ de las zonas templadas. Es curioso ver las hermosas playas del Índico con sus dunas blancas pobladas por Halopyrum mucronatum donde uno esperaría ver la Ammophila arenaria de toda la vida. Con el cambio climático, es de esperar que estos „extraterrestres“ acaben colonizando la Península Ibérica. De momento, Dinebra ya ha aterrizado en Valencia.

Paisaje costero en Shaat, Omán. En primer plano: Ficus vasta. Foto: P. Escobar

jueves, 12 de noviembre de 2015

¿Estamos convirtiendo España en una enorme escombrera?

Voy de camino a Cádiz para disfrutar de la floración de los narcisos otoñales, que tras las abundantes lluvias promete ser espectacular. Paco y Javier, del blog Flórula Gaditana, me van a llevar a ver una de las grandes maravillas de la flora andaluza: un lugar donde crecen juntas tres especies de narcisos junto a sus híbridos. Cuando veo el sitio, en el término municipal de Chiclana de la Frontera, me sorprendo: jamás me habría detenido en un lugar así. Tal y como se ve desde el coche no es más que un descampado, un retazo de lentiscar entre urbanizaciones invadido por grandes cardos. Y sin embargo oculta un gran tesoro. Allí están las flores, su perfume las delata.
este descampado oculta un tesoro de gran valor natural: 5 narcisos distintos en 100 metros Andalucía tiene una de las redes de espacios naturales protegidos más brillantes de España. Todas las grandes ecorregiones de la comunidad cuentan con un representante en la red, a menudo un espacio prístino de valor paisajístico excepcional. Pensad en los arenales de Doñana, los alcornocales de Cádiz, las cumbres de Sierra Nevada o las estepas del Cabo de Gata. La pregunta que nos podríamos formular es: ¿basta con proteger los paisajes más hermosos y conservados para proteger la naturaleza? ¿O existen espacios que a primera vista no resultan interesantes pero que tienen un tesoro escondido? El problema es particularmente agudo en las cercanías de la costa andaluza, donde parece que sólo es posible el binomio “urbanización versus parque natural” directamente uno junto al otro. No hay campos, ni espacios libres, y lo poco que queda está bajo el riesgo contante de ser devorado por una urbanización o ser víctima de un plan de ajardinamiento o “restauración” absurdo ¿Cómo podemos proteger estos espacios, a menudo pequeños, en un contexto de creciente destrucción del patrimonio natural?
destrucción de la flora en un descampado de Chiclana, Cádiz Yo comprendo que la costa gaditana es una maravilla y que todo el mundo quiera tener una casa allí, pero estamos sobre el límite de capacidad del territorio y ya no es posible construir más sin destruir lo que hace que la costa sea hermosa. No olvidemos que si lo único que pretendemos es servir cerveza barata a los ingleses, Marruecos y Túnez nos pueden aventajar en cualquier momento. Por ello deberíamos ser capaces de preservar mejor nuestra biodiversidad, y con ella nuestros paisajes. En nuesto país hay un enorme cuerpo de conocimiento sobre flora, fauna, geología, etc., y eso es algo que el viajero sabe apreciar: el conocimiento marca la diferencia. Por eso es tan triste ver que donde hubo un bosque ahora no hay más que un aparcamiento sombreado, y que lo poco que queda sin construir se llena de vertederos ilegales y escombreras. Las especies invasoras, muchas provenientes de jardines y campos de golf que vierten sus desechos sin control en los descampados vecinos, se extienden rápidamente. Las plantas ruderales y nitrófilas colonizan los pastizales, desplazando a especies únicas, más frágiles. En definitiva, todo aquello que hace al territorio irrepetible, las especies endémicas producto de millones de años de evolución, los parajes de alta biodiversidad, la vegetación plenamente desarrollada, el paisaje tradicional... Desaparecen, y son sustituidas por un catálogo reducido de especies sinantrópicas que crecen en todas partes, y por edificaciones. Cucarachas, gorriones, grama y algún cardo junto a un McDonald’s están llamados a sustituir a sabinas, narcisos, camaleones y currucas, y parece ser que también al poblado de pescadores de Sancti Petri, que tiene los días contados. Esto os sonará conocido porque no es más que la encarnación gaditana de una tendencia a gran escala: desaparición de casi todo lo que es único para ser sustituido por una masa informe, globalizada, carente de personalidad, y lo que es peor, de sentido.
destrucción de la flora en un descampado de Chiclana, Cádiz Por cierto, mis amigos de Cádiz me comentan que sobre el reducto de terreno donde crecían los narcisos ha pasado maquinaria pesada, sin motivo particular, destruyendo así un lugar completamente único que pasa a engrosar el catálogo de sitios para el recuerdo que cubren nuestro territorio. Otro caso sangrante se puede ver aquí, aunque hay muchos más. Y es doloroso porque el valor incalculable de esa hectárea era sobradamente conocido en la región. Es urgente que Andalucía se decida a establecer un catálogo ambicioso de microrreservas de flora, como ya hacen Valencia y Murcia, y ponga fin a la destrucción de estos santuarios naturales con pinta de descampado, que sólo ocupan una hectárea.
invasión de Acacia retinoides en la costa gaditana Si queréis saber más sobre los narcisos, Paco y Javier os cuentan su historia aquí y aquí.
Aquí una interesante visión sobre un descampado cualquiera.
Más sobre narcisos, la próxima semana.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Una de ajos

Amado y odiado a la vez, el ajo (Allium sativum, Amaryllidaceae) acompaña al hombre desde tiempo inmemorial: se cultiva en Oriente Medio y el suroeste de Asia desde los albores de la humanidad (hace unos 6000 años), extendiéndose hacia Occidente por el Mediterráneo al mismo tiempo que la práctica de la agricultura (ex Oriente, allia ¡digo lux!). Y pese al disgusto que han manifestado por él personajes famosos como Victoria Beckham o los menos conocidos hoy día Miguel de Cervantes o William Shakespeare, el ajo está hasta en la sopa, desde las tablillas de barro de Mesopotamia a la tumba de Tutankamón, pasando por el gazpacho de mi madre.

Allium sativum, el ajo común

Como muchas otras especies útiles para el hombre (sin ir más lejos, su pariente cercano la cebolla, Allium cepa) y para disgusto de ecologistas, veganos y otras tribus urbanas, el ajo no existe en la naturaleza. Es decir, es una “creación” humana que apareció por selección a partir de alguna especie silvestre desconocida. Pese a su importancia económica, aún no sabe exactamente cuál es el pariente silvestre más próximo del ajo. Allium longicuspis, de Anatolia oriental, es considerado por alguna autoridad en la materia como el “ajo primigenio”, y comparte con nuestra especie su peculiar olor, su sabor y la umbela estéril que en vez de flores produce bulbillos; pero podría tratarse simplemente de poblaciones de ajo común asilvestrado, o de plantas provenientes de antiguos cultivos abandonados. Por su parte, Allium tuncelianum y A. truncatum producen flores fértiles y semillas viables, y puede que sean candidatos más probables a tatarabuelo de nuestra planta.

Allium ampeloprasum es el progenitor silvestre del puerro, foto P. Escobar

Responsable del olor inconfundible y el sabor picante del ajo es una sustancia aceitosa llamada propenotiosulfinato de alilo, o alicina, que en realidad no se encuentra presente dentro del diente de ajo sino que se produce a partir de otro compuesto, la aliína, cuando éste es cortado o machacado, gracias a la acción de la enzima alinasa. Se trata de un compuesto termolábil, que pierde sus propiedades por encima de 60 °C, de ahí el cambio de sabor de los ajos cocidos o fritos, y es además bastante inestable, lo que explica el cambio de sabor de los ajos encurtidos. La alicina es una sustancia tóxica que tiene actividad antibacteriana, antifúngica y antivírica, y que es producida por el ajo sólo cuando sus tejidos son heridos por un predador o por un parásito. La alicina, además de estas propiedades antibióticas, es capaz de excitar de lo lindo las papilas gustativas humanas a través de los nociceptores, las terminaciones nerviosas responsables del dolor. De ahí quizás el carácter iniciático de su disfrute y el placer ligeramente masoquista que proporciona su consumo.

En fin, puede que se nos tache de villanos, pero como decía Carme Ruscalleda “si el ajo fuera tan escaso como la trufa, su precio sería diez veces superior”. Para finalizar, os deseo guten Appetit desde Centroeuropa con una invitación a probar esta receta del II milenio antes de nuestra era.

jueves, 30 de julio de 2015

La “yerbacuajo” (Cynara spp.): Esta planta es la leche...

...Y hace posibles algunos de los mejores quesos de la Península Ibérica.

Si alguien entre los lectores aún no ha disfrutado nunca de una buena Torta de la Serena o de un Queijo de Azeitão, les recomiendo que se acerquen lo más pronto posible a Villanueva de la Serena y Castuera (Badajoz), o a la Serra da Arrábida, justo al sur de Lisboa, y que pongan remedio urgentemente a su situación. Estos dos quesos, aunque provienen de regiones relativamente distantes, son muy parecidos en aroma, sabor y textura, debido a que en su preparación interviene el mismo secreto de origen vegetal: el extracto de la “yerbacuajo” o “alcachofra-brava” (Cynara cardunculus y en menor medida Cynara humilis), dos especies de cardos silvestres emparentados con la alcachofa común.

Cynara humilis en La Serena, foto P. Escobar

En las queserías de estas dos regiones ibéricas se utiliza la misma receta: un cazo de flores secas de cardo se deja macerar en diez cazos de agua durante la noche y al día siguiente se cuela y se añade a un volumen de leche de oveja cien veces mayor. Lo que ocurre a continuación es un pequeño milagro cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos: la leche se corta y el residuo sólido se aparta para empezar a elaborar los quesos, que estarán listos en unos tres meses (todo muy bien explicado aquí). Como habréis supuesto, el nombre extremeño de “yerbacuajo” es la clave del proceso. El macerado de estas flores es rico en unas enzimas denominadas cardosinas (nota 1) que digieren parcialmente la caseína de la leche (nota 2) y que hacen que coagule en copos blancos. Hay dos tipos de cardosina, A y B, muy parecidas a las enzimas que digieren la leche materna en el estómago del cordero y en el estómago humano, respectivamente.

Cynara humilis en La Serena, foto P. Escobar

Y ahora viene la pregunta del millón: para qué quiere una flor de cardo acumular grandes cantidades de una sustancia activa que digiere la leche y que está en nuestro estómago? La respuesta, desgraciadamente, no se conoce, pero podría ser una mera casualidad: quizás las cardosinas procesan proteínas en la flor que son parecidas a la caseína... Y por eso, casualmente, alguien suficientemente pobre como para no poder permitirse matar a los corderos para obtener el preciado cuajo dio con este curioso sustituto del cuajo animal. El extracto de cardo proporciona a estos quesos su típica textura cremosa y su sabor un tanto picante y amargo que los hace tan característicos. Aún hoy día, no existen sustitutos químicos para la yerbacuajo y la elaboración de estos quesos se realiza de forma tradicional y está protegida por sendas denominaciones de origen.

En fin, os recomiendo que después de leer esto, le sigáis dando vueltas al tema con un buen pan con queso, a ser posible regado con vino de Almendralejo o de la ribeira do Douro. Ya me contaréis a qué conclusiones llegáis.

Nota 1. Las enzimas son proteínas que realizan funciones determinadas dentro de los seres vivos. Son algo así como los obreros de las factorías celulares.

Nota 2. La caseína (del latín caseus, el queso) es la proteína de la leche, que es lo que le otorga a este “oro blanco” su color, sabor y propiedades nutritivas.

jueves, 23 de julio de 2015

Los chinos y Venecia, en el Torcal de Antequera

Hace unas semanas, en el Torcal de Antequera, un turista francés se detenía con sorpresa ante un cardo mariano en flor (una de las especies más frecuentes de nuestros campos), y llamaba la atención de su esposa para admirar juntos aquella planta durante unos minutos, fotografiarla ufano y emitir un pequeño grito de júbilo al ver a un abejorro posarse en él y recolectar polen. La pareja se internó en el Torcal por la ruta marcada y pasó bajo unas rocas sobre las que crecían juntas la Linaria anticaria, Saxifraga biternata y Silene andryalifolia, hermosas y raras plantas únicas de los roquedos calizos del sur de España, pero sin prestarles la menor atención. Simultáneamente, un grupo de turistas chinos caminaba por Venecia cruzando el Puente de la Paja, mirando tranquilamente al mar sin percatarse de que justo detrás de ellos, en la sombra, se encontraba el pequeño y espléndido Puente de los Suspiros.

Puente de los Suspiros, Venecia, foto P. Escobar

Con estas anécdotas quiero señalar la enorme importancia que tiene el conocimiento de cara a posibilitar el disfrute de un espacio. Mis turistas franceses se hubieran deleitado con las linarias y las saxífragas, además de con el cardo, y los chinos no habrían pasado de largo delante de una de las joyas de Venecia. Los visitantes, que llegan allí porque se lo recomendó un amigo el domingo pasado, porque compraron un paquete turístico cerrado, o porque “les llevó el marido”, no saben normalmente nada del lugar y lo abandonan más tarde con un borroso recuerdo, quizás sólo un poco más vivo si ese día les picó una abeja o se quemaron con el Sol de Mayo.

Linaria anticaria, foto P. Escobar

Para posibilitar el contacto fructífero con la naturaleza se necesitan dos cosas 1) ir por el camino adecuado y 2) mirar alrededor “con las gafas adecuadas” (tomo el símil prestado): las gafas del conocimiento, ya que como dice el viejo proverbio español “el que no sabe es como el que no ve”. Los visitantes necesitan 1) senderos claramente señalados y 2) a intervalos, paneles con información concisa y sencilla que les cuente quién vive allí, por qué ese lugar merece estar protegido, en definitiva, qué maravillas se ocultan tras las piedras. La divulgación posibilita de esta manera que la gente entre en contacto con otros seres, sus vecinos de al lado, a quienes no conocen y que tienen mucho que aportar a sus vidas. La gente que sabe es más crítica, más sensible, más responsable y más respetuosa... Y no sólo con la naturaleza.

Torcal de Antequera, Málaga, foto P. Escobar